El estado de ánimo y su relación con el Sistema Inmunitario
Las noticias que más llaman la atención son aquellas que alarman a los seres humanos de alguna manera. Los medios lo saben. Es una realidad que son menos los que leen los diarios o ven los noticiarios si estos no incluyen algún desastre, advertencia o relato pesimista.
Teniendo en cuenta la situación actual, es difícil sustraerse al continuo bombardeo en relación al presente difícil y al futuro incierto. Sin embargo, la realidad es que, como en la mayoría de las ocasiones, el miedo puede causar más daño que la situación real.
La alerta social que se ha establecido en relación al coronavirus, unido al confinamiento y a la incertidumbre sobre lo que ocurrirá en las próximas semanas o meses, puede provocar una percepción del riesgo distorsionada que termine manifestando una sintomatología de estrés agudo y ansiedad generalizada.
La diferencia entre el estrés y la ansiedad es que el primero mantiene un origen claro e identificable, la persona percibe que no tiene los recursos que se requieren para abordar el problema y se siente superada. El factor externo es principalmente el desencadenante de la situación anómala. En el caso de la ansiedad, hay también sentimiento de amenaza o miedo, pero el origen es más difuso. Las sensaciones negativas parten más de nuestra racionalización de la información que nos llega, es decir los factores desencadenantes son más internos, porque se elaboran teniendo en cuenta nuestros sesgos propios y la manera en que procesamos la información que ya tenemos. El estrés inicial puede dar paso a la ansiedad y esta última llevar incluso la depresión, si se mantiene en el tiempo.
El estrés crónico hace que el organismo presente ciertos cambios:
- Aumenta la tensión arterial
- Resta energía
- Varía la motilidad intestinal
- Puede alterar la capacidad para memorizar o recordar
- Incrementa las reacciones físicas visibles en la piel (eczemas, psoriasis, acné, etc.)
- Se libera cortisol lo que produce glucemia y otros desencadenantes que movilizan respuestas para facilitar la lucha o huida, pero también una indirecta inhibición del sistema inmunitario y reducción de multiplicación de linfocitos T, sobre todo.
Esto llevará a una actividad inmunitaria deprimida, lo que implica más procesos infecciosos por microorganismos oportunistas, cuadros catarrales y la posible aparición de enfermedades autoinmunes. Además, se produce una retención incrementada de los virus y una disminución de las células NK que son las que se encargan de eliminar las células tumorales e las infectadas por virus.
Aunque ampliaremos en otro momento las estrategias para afrontar el estrés y la ansiedad, unas sugerencias rápidas son:
- Evitar el aislamiento añadido. Estar en casa o recluido por imperativos externos no implica que no podamos relacionarnos con otras personas gracias a los modernos medios de comunicación. Hablar con amigos y seres queridos por teléfono o video conferencia, de asuntos variados o de situaciones divertidas puede modificar nuestro estado de ánimo.
- Pensar en positivo. Incluso si recibimos malas noticias, podemos concluir que seremos capaces de superar la adversidad y hacernos personas más valiosas y contributivas.
- Haga ejercicio, coma con moderación, mantenga pautas de horario y duerma las horas necesarias durante la noche.
- Alimente su mente escogiendo material estimulante, películas divertidas, lecturas con ejemplos de personas que superaron la adversidad y todo aquello que le ayude a tener una visión proactiva y positiva.
En relación a la radiónica, puede utilizar el programa de afirmaciones que se incluye con su equipo y el relativo al equilibrado psicológico. La exposición a ambos durante un tiempo variable (entre 20 y 60 minutos habitualmente) produce cambios notables sin necesidad de mayor intervención. Haga la prueba con usted mismo u otras personas y observe la diferencia.
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.