Este problema puede estar unido al 90 % de las enfermedades y tiene solución
El presidente Franklin D. Roosevelt mostró que conocía la verdadera naturaleza del miedo. En medio de la Gran Depresión estuvo brillante al decir: “No tenemos nada que temer salvo al miedo mismo”.
El miedo es un mecanismo biológico que nos permite a los seres vivos huir en caso de peligro o disponernos a luchar si es una opción viable. Pero hay una parte negativa. El problema es cuando se instala en la mente de forma permanente por una acumulación de factores negativos reales o temores infundados causados por situaciones que no tienen por qué suceder.
El miedo, en su vertiente no útil, puede ser un factor que contribuya a fumar, comer en demasía o comer productos que no nos convienen, el alcoholismo, el abuso de las drogas y otros comportamientos compulsivos. La ansiedad es otro de los resultados del miedo incontrolado o el estrés ocasionado por un cúmulo de problemas sin resolver que desembocan en enfermedades por su efecto acumulativo. Tratado de forma superficial el miedo puede llevar al consumo de medicamentos que incluso sean en sí mismo un problema añadido más que una pobre solución.
Las preguntas necesarias respecto al miedo pueden ser la siguientes: ¿De dónde salen mis miedos? ¿Cuáles son los miedos que me causan infelicidad? ¿Son reales? ¿Son imaginarios? En caso de que sean reales, ¿Qué puedo hacer para solucionarlos? ¿Puedo enfrentarme a ellos directamente o con la ayuda de otras personas? Si son irreales, ¿Qué pasos debo dar para eliminarlos definitivamente de mi mente?
El objetivo de hacernos estas preguntas es llevarnos a la acción, a tomar medidas que nos sirvan para apartarlos de nuestra cabeza en caso de que sean ficticios o a acciones concretas si son reales para resolverlos de forma definitiva.
Nuestra mente es una herramienta muy poderosa que cuando no se controla puede ser el origen de nuestra infelicidad más profunda. Los mecanismos mentales que nos permiten la supervivencia en caso de amenaza real pueden volverse en nuestra contra cuando no se supervisan o simplemente se abandonan. La responsabilidad como personas no sólo se tiene que reflejar en las acciones externas que realizamos diariamente sino también con nosotros mismos al ejercer un mantenimiento adecuado de nuestros pensamientos.
La mejor manera de controlar nuestra mente y alimentarla de pensamientos adecuados es “resetearla” (utilizando una terminología moderna) para mantenerla en estado neutro. Esto sería como centrarla o ponerla en estado de inicio, cada cierto tiempo. ¿Cómo se hace esto?
Lo ideal es utilizar cuatro elementos básicos: La respiración, la relajación, la meditación y la visualización.
La mayoría de las personas respira mal y de forma superficial la mayor parte del tiempo. Esto impide al organismo recibir el suficiente aporte de oxígeno y obliga al cerebro a estar en modo “ahorro de energía” la mayor parte del tiempo. Cuando respiramos de forma insuficiente tensionamos nuestro organismo y limitamos su normal desenvolvimiento. Lo ideal es acostumbrarnos a tomar conciencia de nuestra respiración varias veces al día. Por ejemplo cuando estamos esperando el transporte público o a ser atendidos en una cola. Tratar de respirar profunda y lentamente nos devolverá la sensación de control y nos permitirá entrar en un estado más relajado. Precisamente la relajación intencionada sería la segunda forma de controlar nuestra mente. Tomar la costumbre de caminar de forma consciente puede ayudarnos a relajarnos de forma activa mientras realizamos al mismo tiempo respiraciones más profundas que nos ayuden a conectarnos con nuestro interior. Además realizaremos una actividad física moderada que contribuirá a nuestra salud. Bajarnos del autobús una parada antes o aparcar algo más lejos del lugar de trabajo son pequeñas estrategias que nos faciliten los minutos necesarios para estos simples pero valiosos ejercicios.
Meditar es el siguiente paso. No es necesario estar dos horas diarias realizando contemplaciones. Quince minutos al día sería una buena costumbre que nos aportará innumerables beneficios mentales y físicos.
Por último, las imágenes mentales que procesemos sobre nuestro presente, nuestro futuro inmediato, nuestro día a día y las cosas que deseamos que nos sucedan a medio y largo plazo serán el elemento final que nos facilite una vida alejada de los miedos, creando un futuro mucho más brillante. Las imágenes mentales deben reflejar de forma vívida lo positivo que deseamos que acontezca, tanto a pequeña escala como de forma más amplia. Una forma de mejorar nuestra experiencia diaria es construir imágenes de lo que queremos que ocurra durante la jornada, antes de levantarnos por la mañana. Esto nos tomará sólo unos minutos pero marcará una diferencia fundamental en el desenvolvimiento de nuestra vida diaria.
La radiónica también puede ayudarnos a realizar cambios en nuestras costumbres a gran velocidad. Podemos mejorar nuestra concentración, nuestras experiencias meditativas, nuestras imágenes mentales o nuestras posibilidades de acción en cualquier campo. También utilizar las diferentes frecuencias de un equipo de radiónica para conseguir estados de meditación profundos con gran facilidad o incidir directamente sobre los miedos con el objetivo de disolver las vibraciones relacionadas con temores específicos. Sólo es necesario programarlo de la forma correcta para experimentar avances significativos que de otra manera nos costaría mucho más esfuerzo.
Las herramientas para mejorar nuestra existencia y hacerla más significativa están disponibles. Es el primer paso. El siguiente paso consiste en ejercer la voluntad de utilizarlas. La recompensa realmente merece la pena.
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