Radiónica y alimentos. Cómo evaluar, a nivel vibratorio, lo que conviene a cada persona
No todos los alimentos sientan bien a todo el mundo. Esto es bien sabido. Muchas personas desarrollan intolerancias, que producen reacciones adversas en su organismo después del consumo de determinados nutrientes que no se digieren correctamente, no se metabolizan adecuadamente o no se asimilan como deberían en relación a esa persona concreta.
Las intolerancias son producidas generalmente por bebidas, alimentos, fármacos y aditivos diversos. Las intolerancias más comunes relacionadas con alimentos tienen que ver con la lactosa, el gluten o la histamina. Los trastornos más comunes que provocan son de carácter gastrointestinal y dermatológico. Entre los primeros podemos citar gases, diarrea, estreñimiento, náuseas, reflujo o síndrome del colon irritable. En cuanto a los dermatológicos, los principales problemas se dan en relación a eczemas, psoriasis, acné persistente, picor o erupciones cutáneas. Ante la sospecha de cualquier intolerancia alimentaria lo aconsejable es consultar a un médico que le sugerirá habitualmente la realización de pruebas. Si los resultados son positivos, generalmente se aconseja no consumir aquello que produce desarreglos a fin de evitar alteraciones mayores que podrían provocar desde reacciones indeseables a enfermedades graves.
Por otra parte, hay alimentos como el atún (y también otros pescados de gran tamaño), que no suelen presentar reacciones alérgicas o alimentarias, pero pueden causar problemas serios si se consumen demasiado habitualmente. No sólo nos referimos a su alta concentración de sal, si se consume enlatado, sino también a la presencia de mercurio en esta proteína. Se considera de “contenido medio” en relación a este elemento, pero, si se consume con una frecuencia alta, puede facilitar la acumulación de este peligroso metal.
No siempre es posible la realización rápida de pruebas de laboratorio en relación a cualquier cosa. Además, pueden ser relativamente costosas. Con radiónica es muy sencillo comprobar, a nivel vibratorio, si un determinado alimento presenta algún problema para una determinada persona, en un momento dado. Con el dispositivo correcto simplemente se mide la vitalidad del sujeto y después se aplica una muestra del alimento. Si la medida para vitalidad disminuye, deducimos que algo no marcha bien en este sentido. Dependiendo del grado de diferencia observada, podemos tomar decisiones sobre su consumo inmediato. Es interesante observar que, con el mismo método, podemos medir la vitalidad general o la vitalidad de los órganos más importantes en relación a un alimento dado con igual facilidad y rapidez. Este tipo de comprobación también es aplicable a bebidas y otros compuestos de distinta aplicación corporal.
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