Un nutriente que ha pasado de ser promocionado a ser vigilado
En los años cuarenta del pasado siglo, se tomaba como suplemento. Ya se sabía que su déficit provoca alteraciones en el crecimiento, problemas dentales, daño en los huesos, desórdenes nerviosos, fragilidad muscular, problemas neurológicos y fatiga física.
La alimentación moderna y artificial ha dado un vuelco a la situación. El problema ahora viene dado por el exceso de ese nutriente y los daños que puede ocasionar. Hablamos del fósforo.
Considerando unas necesidades orgánicas aproximadas de 700 mg en el caso de los adultos, en los países occidentales se ingieren cantidades diarias que oscilan entre los ¡2.000 y 3.000 mg!. Una auténtica barbaridad.
¿Qué puede pasar si tomamos demasiado fósforo durante mucho tiempo? Pues desde un aumento de la obesidad que no se explica por otras causas, a problemas circulatorios graves, rigidez arterial, calcificación de las válvulas cardíacas, procesos inflamatorios, alteraciones hormonales, enfermedades renales e incluso diversos tipos de cáncer, entre otros daños, según multitud de estudios científicos.
Ahora viene lo peor. El fósforo y sus derivados están presentes en más de 18.000 productos que comemos, pero sobre todo en los más artificiales y en los altamente procesados. Estos últimos son los que la población consume de manera más habitual: La llamada alimentación basura (hamburguesas, pizzas, helados, dulces, cereales para el desayuno, carnes procesadas, bollería industrial y bebidas carbonatadas, como las omnipresentes colas de diversas marcas).
¿Qué se puede hacer sobre esto? Tomar consciencia de cómo nos alimentamos y cómo enseñamos a los más jóvenes a elegir la comida. Es evidente que la alimentación sana, natural y equilibrada es la mejor opción, pero a veces necesitamos recordarlo ante el continuo bombardeo publicitario que la industria alimentaria nos somete.
Cuando tenemos en mente que comer es algo más que simplemente llenar el estómago, somos capaces de seleccionar de forma más inteligente lo que nos llevamos a la boca y sobre todo, a ponernos límites para suministrar al organismo lo que realmente precisa. No abogamos aquí por llevar vidas ascéticas en relación a la comida, sino a mantener una postura racional y disminuir el consumo de aquello que perjudica gravemente la salud de los seres humanos y la ecología planetaria (la industria alimentaria dañina es responsable de altas cotas de contaminación).
Adoptar nuevas costumbres alimenticias requiere a veces de altas dosis de fuerza de voluntad, ya que se suelen formar dependencias psicológicas y físicas hacia alimentos que provocan adicción real. Una ayuda inestimable para poder mantener un equilibrio energético y anímico básicos para trabajar cualquier proceso de deshabituación, se encuentra en las tarjetas ARE X Portable. Especialmente, la tarjeta “Bienestar”, que está ideada para trabajar con los parámetros vibratorios que estabilizan y facilitan el mantenimiento del equilibrio energético. Esto es algo básico para sentirse bien en cualquier proceso de establecimiento de nuevos hábitos o corregir aquellos que son claramente dañinos. Las buenas sensaciones son apreciables con claridad desde los primeros días de uso. Las tarjetas ARE X Portable son una forma de comprobar los efectos de la Radiónica de forma rápida y muy económica.
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